jueves, 29 de abril de 2010

Una visita a Sicilia (y 2): Agrigento y Selinunte.-


Si uno quiere ver templos griegos clásicos acérquese a Sicilia y recorra las antiguas colonias de la Magna Grecia. En los parques arqueológicos de Agrigento y Selinunte podrá observarlos en todo su esplendor y belleza, recortándose sobre las colinas y con el mar al fondo. Un placer estético al alcance de cualquier turista con un mínimo de sensibilidad. Si quiere dejarse impregnar de esa emoción estética, siéntese al pie de un olivo milenario y observe aquellas potentes columnas que, como chorros de piedra, dan testimonio de gentes que aunaron a un floreciente comercio marítimo la piedad hacia sus dioses protectores y el orgullo de pertenecer al pueblo más cultivado de la antigüedad en la vieja Europa. Y que el improbable lector perdone este ataque de lirismo, pero es que, o eres un tarugo, o se te despierta el esteta que llevamos bajo nuestra costra de consumidores.
La primera visita en la “colina de los templos” de Agrigento es al templo de Hera, en un macizo estilo dórico de enormes columnas con fuste acanalado. Como aquí no hay canteras de mármol, como en el Peloponeso, el material utilizado es la caliza, que se degrada por efecto de la erosión. Cubría las columnas una capa de estuco blanco, lo que permitía a los navegantes ver el templo al pasar cerca de la costa.
Los templos griegos se caracterizan por su simetría, con un gran frontón triangular a cada extremo, y un peristilo donde la armonía de masas se logra aplicando la “medida áurea”, de forma que las columnatas laterales equivalen a dos veces más una columna el número de las columnas frontales. En su interior, una pronaos o acceso a la naos, la residencia del dios, y un opistodomos (especie de sacristía para las ofrendas) en la parte posterior.
Un poco más allá, el llamado templo de la Concordia (o de los Dióscuros), que se conserva casi en su integridad porque fue reutilizado como templo cristiano cegando los intercolumnios. También este templo (levantado el 430 s. C.) se edificó siguiendo la proporción áurea. Cuando lo visitamos hay en su interior una exposición de escultura moderna, lo que nos permite entrar en el templo y observar sus proporciones desde el interior. Un lujo poco frecuente.
Del templo de Zeus queda un montón ingente de ruinas ciclópeas. Es una construcción descomunal que alcanzaba los 113 x 57 m en su base, por casi 40 m de alto. Una serie de estatuas gigantes, conocidas como “telamones” (el equivalente masculino de las cariátides) soportaban la techumbre. Fue erigido como exvoto tras derrotar a los cartagineses en la batalla de Himera el año 480, lo que permitió a Agrigento dominar el comercio de aceite, vino, sal mineral y azufre. Sin embargo, no llegó a terminarse debido a la invasión cartaginesa a finales del S. V a. C.
La colonia de Selinunte fue fundada por colonos de Megara, allá por el S. VII a. C. Su proximidad a los asentamientos fenicios hizo que se aliara con los cartagineses en el 480 a. C. cuando la expedición de Amílcar, durante las guerras púnicas.
Sus templos dedicados a Zeus, Hera y Atenea, fueron construidos en orden dórico, aunque el primero quedó inacabado. El de Zeus es un templo de proporciones descomunales en el que no se llegaron a tallar sus columnas, una vez erigidas. Su grandiosidad puede apreciarse por un detalle: uno de los capiteles que están en el suelo pesa 96 toneladas.
La racionalización arqueológica ha querido que los templos de la colina se denominen de acuerdo con letras mayúsculas del alfabeto, lo que facilita su clasificación pero desconcierta al turista, sorprendido de que tanta grandiosidad lleve letras como las matrículas de los coches. No es lo mismo decir, pongamos por caso, que los templos dedicados a Castor y Pólux son dóricos de planta períptera exástila, que llamarlos fríamente templos O y A. Llamar “períptero exástilo” a un templo griego – aun no teniendo muy claro de qué se trata – sugiere mucho más al viajero curioso que llamarlo fríamente Templo O, dicho sea sin ofender a los expertos.
Y, con lo dicho, vale. Que este jubilata ocioso haya quedado prendado de las bellezas de Sicilia no es razón suficiente para dar la coña a sus pacientes, aunque improbables, lectores.

2 comentarios:

  1. Lo del santo con pistolas vendría muy bien a cuento de esos arcos que se ven entre las columnas dóricas...

    ResponderEliminar
  2. Pues si, Ramiro, buena observación. Esos arcos vienen a ser como los pistolones que los cristianos pusieron al templo de la Concordia,de Agrigento, (si no recuerdo mal) cuando lo consagraron para sus propios ritos.
    Despropósitos arquitectónicos los hay por todas partes, aunque eso ha hecho que el templo se conserve aún en pie. Y puestos a ver despropósitos - o pastiches- arquitectónicos, echa un vistazo a la catedral de la Almudena, en Madrid...

    ResponderEliminar