martes, 30 de julio de 2013

Jubilata en vacaciones, III ¿Cuánta carne devora la carretera?


Antes de que el improbable lector se pregunte qué diablos es eso de la carretera devorando carne, haga el favor de tener un poco de paciencia y siga leyendo. Este jubilata habla de oídas, pero no a humo de pajas.

El pasado día 13 de julio, los agentes forestales del parque natural dieron una charla-coloquio en el salón de actos del ayuntamiento de Rascafría (fuimos cuatro gatos, también hay de decirlo). Su título, si no recuerdo mal, era Fauna atropellada en el Valles del Lozoya. Y quién mejor que la guardería forestal para saber cuántas víctimas (animales no humanos, se entiende) se toma la carretera en estos parajes de la Cuenca del río Lozoya y Sierra Norte.

Empezaron con ese empeño en los años noventa del siglo pasado, hasta que, bajo la dirección de expertos, iniciaron un estudio sistemático de campo. Este estudio se desarrolló entre 2009 y 2011, basándose en los restos de vertebrados que aparecían sobre el asfalto de las dos carreteras que atraviesan el Valle, la M-611 (de Rascafría a la Morcuera) y la M-604 (con arranque en la autovía de Burgos y hasta el Puerto de Navacerrada).

Para este muestreo tomaron varios tramos significativos de carretera entre las cotas 1100 y 1400 m. de altitud e hicieron recorridos a pie cada nueve días, anotando las especies atropelladas, así como el número de individuos. Un poco como la DGT cuando nos dice los accidentes ocurridos cada fin de semana, pero en plan fauna periclitada bajo las ruedas de los coches.

Ya le digo al improbable lector que lo que aquí se dice puede contener errores. Tomar notas mientras un biólogo te habla de especies animales y da cifras es un poco complicado, y uno no está seguro de haber anotado con precisión. Algo se le escapa siempre al escuchante, que ya perdió esa habilidad de cuando tomaba apuntes en sus tiempos de universitario. Por si acaso, dejo aquí el enlace de su publicación en la revista Munibe, (espero que funcione).

Pero los datos, si no completos, dan una idea sorprendente de la cantidad de fauna que muere en las carreteras. Para que el improbable lector se haga una idea de que conducir por una carretera de montaña no es un entretenimiento inocente, ahí van los siguientes datos:

En los tres años del estudio se hicieron 934 recorridos a pie, en los que se invirtieron 550 horas. Puestos los resultados en solfa estadística, la cosa quedó así: Hubo 632 atropellos. De ellos: 123 anfibios; reptiles, 160; aves, 191; mamíferos, 80; no identificados, 67. Estos últimos – un poco el no sabe/ no contesta, de las encuestas – son bichejos tan destrozados por las ruedas de los coches que solo se apreció un manchón sanguinolento, o un puñado de plumas imposibles de asociar a una especie determinada de aves.

De los anfibios, los individuos atropellados pertenecían a pocas especies, la mayoría, sapos; de las aves, contabilizaron hasta 25 especies. Algo se dijo del ganado suelto por la carretera, pero no recuerdo si produjeron accidentes y cuántos animales sufrieron daños; de cualquier forma, no era significativo. Se ve que los caballos y las vacas miran a ambos lados antes de cruzar, o son tan grandes que el conductor los ve desde lejos y le da tiempo a frenar. Aparte que llevan un chip identificativo y si los cogen por ahí sueltos le crujen al amo, por irresponsable.

Hechos los cálculos en kilos de carne devorados por la carretera, salían 864 al año. Esto es, la carretera se comporta como un superpredador. Es el mayor enemigo de las especies autóctonas de estos bosques. 

Para establecer una comparación con los accidentes automovilísticos, según datos de la Guardia Civil para el periodo 2007/2011,  hubo 19 accidentes y una víctima no mortal en estas mismas carreteras. Y eso que los fines de semana hay más domingueros al volante por estos confines que infusorios en una charca.

Algo más dijeron a modo de queja, que quiero dejar dicho aquí. Y es esa irresponsabilidad burocrática de la Comunidad Autónoma de Madrid, que a veces ha rociado de herbicidas las cunetas, con  el daño de envenenamiento para tanto reptil y otra fauna menuda que por allí pulula. O, como aquella vez, que se dio una alarma leve de procesionaria por estos pinares y no tuvieron mayor ocurrencia que fumigar desde una avioneta la zona afectada.

Es como si nuestra sociedad, dada la alarma de corrupción política, y, para remediarlo, mandase fumigar con Zotal el interior de la sede nacional del Finiquito Diferido y Simulado. No es para dicho cómo quedarían los caros trajes de  los conspicuos personajes que allí manipulan los destinos patrios; y ellos, qué peste a desinfectante ¿No? Claro que,lo del último párrafo está un poco traído por los pelos, ya que hablábamos de fauna atropellada, no de depredadores.

Aunque – seamos optimistas, que es consigna de estos tiempos – habría una ventaja con lo del Zotal y los del finiquito: el dinero sucio quedaría blanqueado como por arte de birlibirloque.

2 comentarios:

  1. Fabián Moreno Garrido30 de julio de 2013, 18:08

    Existe un número más dramático aún que los que usted, don Juan José, expone, y es el de las víctimas invertebradas que la carretera acumula. Y al decir invertebradas estoy hablando únicamente de insectos, ya que moluscos, crustáceos estrellas de mar considero que no pululan por las tierras que usted, con indudable acierto, ha elegido para sus vacaciones.
    Permítame que le recuerde que existe un método científico de validación estadística de datos que consiste en circular durante un kilómetro con un panel de cristal o metacrilato de 100x100 cm, a 60 km/h y a una altura de 1 metro del suelo (las homologaciones son las homologaciones, y en esto la Unión Europea es estricta). Pues bien, con este sencillo sistema se valúa la cantidad de insectos muertos y se extrapola la cantidad a una media anual.
    Don Juan José y demás improbables lectores: el índice se estableció en 2012 (último año del que se ha estadistificado la medición) en 235.556 insectos abatidos por día. De esto los que sólo piensan en Bárcenas (hablemos claro) no dicen nada.

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  2. Maria Jesus Pradera Belmonte31 de julio de 2013, 15:34

    Esta claro que ya hay un argumento mas para reducir los limites de velocidad a 35 km/h en carreteras tan ricas cinegeticamente, una velocidad mas que razonable para que esos pobres invertebrados tenga una oportunidad para reaccionar ante elementos agresivos que circulan por la carretera y convivan en igualdad de condiciones que los humanos. Estamos invadiendo su medio natural. Lo vemos mal en el caso de los indios, o de Cisjordania, pero de esto no sale nunca en los medios.
    Afortunadamente estudios como los que ambos comentan, me sorprende enormemente, principalmente por desconocido el de Don Fabian, sirven para concienciarnos de la necesidad de proteger el medio natural. Ahora voy entendiendo aun mas el impacto ademas en la subidad de precio de la miel.

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